Nadie está exento de desarrollar cáncer; sin embargo, los riesgos de padecerlo sí pueden reducirse con la práctica constante de ejercicio. Incluso, cuando ya se diagnostica, el entrenamiento adecuado puede frenar la metástasis, según la opinión de los expertos en la materia.
Al respecto, la Asociación Americana de Investigación en Cáncer (AACR) realizó un estudio. Allí indicó que el ejercicio ejerce un escudo de protección que bloquea el avance del cáncer en cualquier persona. Esto es porque previene el crecimiento de los tumores.
¿Cómo es posible que el ejercicio frene el cáncer?
La explicación relacionada con esto es muy compleja, pero básicamente se enfoca en que las células cancerosas se alimentan de glucosa y un incremento de su absorción hace que proliferen sin control. Por tanto, cuanto mayor sea la glucosa y los metabolitos en las células malignas, crecen, proliferan y se expanden con más facilidad y rapidez.
No obstante, cuando nos ejercitamos usamos esa glucosa como fuente de energía, restándola a las células malignas. Al lograr que el ejercicio elimine los sustentos de dichas células, su progreso se bloquea y evita o frena el proceso de metástasis.
La meta es evitar el alimento de las células malignas
En líneas generales, la práctica constante de ejercicio permite que las células cancerosas mueran de hambre, por lo que no se proliferan, o al menos no con la rapidez y facilidad que lo hacen en una persona que no se ejercita.
Un ejemplo claro de ello son las dietas cetogénicas, las cuales se han planteado como mecanismo efectico para evitar el crecimiento maligno de las células, eliminando por completo la disponibilidad de glucógeno en el organismo.
Precisamente el glucógeno es una sustancia que agotamos al practicar ejercicio físico, por lo que resta energía a las células que están alteradas. Además, de acuerdo con los especialistas, la respuesta inmunitaria de las células sanas dentro del microambiente tumoral también tiende a mejorar con el ejercicio.