La tripofobia es el nombre que recibe la sensación de miedo o asco elevado a grupos de agujeros pequeños o patrones irregulares. Es una condición bastante común, que no representa un trastorno mental. Sin embargo, en los casos más graves ese miedo es excesivo y afecta el bienestar de las personas.
En realidad, no existe una explicación que justifique esto. Sin embargo, hay teorías que establecen que, al estar muy juntas las figuras geométricas, dan la impresión o pueden relacionarse con enfermedades parasitarias e infecciosas. También es posible que se asocien con animales peligrosos.
Elementos que estimulan la tripofobia
Algunos elementos o artículos tienden a desencadenar ese miedo, como el panal de abejas, la textura de la suela de los zapatos, la piel de los reptiles, los quesos con orificios, las semillas de las sandías o las fresas, las esponjas y algunas telas texturizadas.
¿Cuáles son sus síntomas?
Los síntomas que provoca esta condición es ansiedad y miedo elevado al ver un elemento que contenga protuberancias, formas muy juntas o agujeros. Esto produce que se acelere el corazón, temblor corporal, escalofrío, sudoración, náuseas, dificultad respiratoria, mareos, entre otros.
Tal como ocurre con otro tipo de fobias, la tripofobia no puede prevenirse, pero sí es posible tratarla con terapia cognitivo-conductual. Es un método basado en la exposición al elemento que la provoca, siempre desde lejos, en medio de un entorno tranquilo. A medida que va desapareciendo el miedo, se acerca más al objeto, lo que ayuda a superar esta condición.
Cuando se presenta un caso muy elevado de tripofobia, lo más adecuado es acudir con un profesional. Ten en cuenta que es una condición que impacta de manera considerable tu calidad de vida, pero existe la posibilidad de tratarla paulatinamente, hasta que pueda controlarse por completo la sintomatología que genera.